-
Son muy esquivas pero útiles – Dijo
Proseguimos y nos detuvimos ante
una trampilla.
-
Aquí es – Susurró el mayordomo
-
¡¿Qué?! – Preguntó Berktaroth estridentemente
con los cascos puestos - ¡No se te oye nada!
Zachemius con un suspiro se los
quitó.
-
¡Eh que estaba escuchando Crush!
-
Ya lo escucharás luego. El mayordomo dice que
hemos llegado.
-
Si, aquí es. Necesitareis esto.
El mayordomo sacó de un bolsillo
un objeto azul y se lo entregó a Razz el cual hizo un sonidito de ‘’ ¡Tatatataannnnn,
Has obtenido la Ocarina!’’
-
Perdón – Dijo Razz – Me he metido demasiado en
el papel creo
-
Y ¿Para que queremos esto? – Inquirió Berktaroth
con asombro – Donde esté una buena guitarra eléctrica…
Razz, Zachemius y el mayordomo
dejaron a Berktaroth aparte tocando solos en una guitarra invisible.
-
Así podréis pasar ante Fluffy
-
¿Qué es eso?
-
Viene de otra historia, ¡No me preguntéis más! –
El mayordomo estaba aterrado – Yo he cumplido mi parte del trato. Si pasáis las
pruebas, los aposentos de la princesa Lerda están al final. Yo me largo.
El mayordomo puso pies en
polvorosa. Razz observó la ocarina que tenía entre las manos. Zachemius convenció
a Berktaroth de que no era el mejor momento para tocar su propia versión de ‘’Nothing
else matters’’ y abrieron la trampilla.
Un pestazo mortal les alcanzó las
narices casi tumbándolos de espaldas.
-
Ah este olor me trae muchos recuerdos – Dijo Berktaroth
soñador – Recuerdo que…
Durante varios minutos, Razz y
Zachemius observaron a Berktaroth inmóvil casi sin pestañear mirando a un punto
lejano del infinito. Razz miró al mago levantando irónicamente una ceja.
-
Si, le suele pasar – Respondió Zachemius – Nunca
se acuerda de que nosotros no podemos ver sus Flash-Backs.
-
¿A que te recuerda? – Le preguntó bruscamente el
asesino a Berktaroth
-
¿Em? Ah, sí. La princesa Lerda, si. Pues me
recuerda al perro que teníamos allá en el inframundo para vigilar. ¡Más mono! –
Dijo Berktaroth poniendo ojitos
-
¿Seguro? – Dijo el asesino desconfiado - ¿Cómo
era?
-
Pues… mucho más alto que vosotros, sí. ¡Y con
tres cabezas! ¡Podías darle de comer y lanzarle palitos a la vez! ¡Que chachi
era!
-
Eh, y hay alguna forma de… ya sabes ¿sobrevivir?
-
Si, era muy bueno – Dijo el Dios apesadumbrado –
Si le tocabas música, enseguida se dormía.
Razz se coló ágilmente por la
trampilla. Se oyó un horrendo gruñido seguido de ruidos como dentelladas. Una melodía
evocadora flotó etéreamente por la trampilla durante varios segundos. Zachemius
sintió que se relajaba, su mente se llenaba de niebla…
La voz del asesino surgió
repentinamente rompiendo el hechizo.
-
¡Vamos! ¡No creo que el efecto dure mucho!
El mago y el dios descendieron
presurosamente. Razz se encontraba al lado de un enorme perro cuyas tres
cabezas se encontraban sumidas en lo que parecía un sueño ligero. De vez en
cuando, asomaba el destello de un ojo rojizo entre los párpados. Se apresuraron
hacia la puerta de detrás, Zachemius casi arrastrando a Berktaroth, el cual
observaba al can con admiración. Cerraron la puerta justo a tiempo de oír como
una de las fauces del perro que se había ido acercando sigilosamente a ellos,
se chocaba contra ella.
-
Puf hemos salido ilesos – Dijo Zachemius
contento
-
Y que lo digas – Razz estaba animado – Ha sido
complicado, sobre todo cuando ha intentado arrancarme la cabeza pero bue, al
final se ha dormido
-
Si, si, has hecho un trabajo magnífico
-
¿Lo dices de verdad?
-
¡Claro que sí hombre, si es que eres el mejor!
-
Na, lo dices por decir
-
Oye, yo no es por cortar vuestro conmovedor
cortejo – Dijo Berktaroth con voz aburrida – Pero yo que vosotros miraría hacia
abajo.
Una enorme planta enroscaba sus
tentáculos vegetales en sus piernas.
-
¿Y por qué tú no tienes? – Chilló Zachemius
-
Porque yo soy un dios – Alardeó Berktaroth
-
¡Haz algo!
-
Bueeeeno – Berktaroth apuntó cuidadosamente con
el dedo y surgió un rayo rojo que carbonizó la planta al completo en un segundo.
El vegetal se desintegró.
-
Prosigamos – Propuso Zachemius respirando hondo
Llegaron a una habitación de
techos altos y grandes dimensiones. En el lado opuesto, una gran puerta con una
enorme cerradura plateada parecía mirarlos ceñudamente. Y en el techo de la
habitación…
-
¿Qué es eso? – Preguntó Razz
-
¡Son pajaritos cuckis! – Berktaroth estaba
entusiasmado
-
No, no lo son
-
¿No? – Berktaroth hizo un puchero
-
No, son llaves, llaves voladoras. Sólo una abre
la puerta – Dijo Zachemius observándolas con ojo experto
-
¿y cómo vamos a llegar?
-
¡Volando! – En una esquina había un cuarto de la
limpieza. En su interior descansaban varias escobas.
-
Ni hablar – Se negó Berktaroth – Es indigno.
Paso.
Tres horas más tarde…
Un Zachemius despeinado,
frustrado, enfadado, indignado, con la ropa hecha jirones y llena de ramitas y
picotazos, bajó de la escoba con una llave en la mano.
-
Como no sea esta os juro que…
La llave entró en la cerradura y
la puerta se abrió. Zachemius se recompuso como pudo y traspasaron el umbral.
Un enorme tablero de ajedrez
ocupaba toda la sala. Una puerta cerrada se encontraba detrás.
-
¡Ni hablar! – Dijo Zachemius casi llorando - ¡No
sé jugar!
-
Yo tampoco – Razz se hizo el sueco
-
Ps esto es un aburrimiento… además… el juego
gana cuando muere el rey ¿no?
-
Creo que si
-
Pueeees…
Berktaroth se puso en posición. Extendió
los brazos, unió las manos por las muñecas desplegando las manos y mientras
exclamaba:
-
Kamehame…
¡HAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
El rey contrario fue barrido
violentamente por un enorme haz tubular de luz azul. Las fichas de ajedrez se retiraron
sollozando y despotricando algo acerca de que ‘’los dioses, siempre haciendo trampas’’.
La puerta se abrió.
Nada más entrar fueron cercados
por un fuego verdoso que rodeó toda la sala. En el centro, había una fila de
redomas de cristal de diversas formas y tamaños y una nota. Esta decía:
‘’ El peligro
yace ante ti, mientras la seguridad está detrás,
Dos queremos
ayudarte, cualquiera que encuentres,
Una entre nosotras
siete te dejará adelantarte,
Otra llevará al que
lo beba para atrás,
Dos contienen sólo
vino de ortiga,
Tres son mortales,
esperando escondidos en la fila.
Elige, a menos que
quieras quedarte para siempre,
Para ayudarte en tu
elección, te damos cuatro claves:
Primera, por más
astucia que tenga el veneno para ocultarse siempre encontrarás alguno al lado
izquierdo del vino de ortiga;
Segunda, son
diferentes las que están en los extremos, pero si quieres moverte hacia
delante, ninguna es tu amiga;
Tercera, como
claramente ves, todas tenemos tamaños diferentes: Ni el enano ni el gigante
guardan la muerte en su interior;
Cuarta, la segunda a
la izquierda y la segunda a la derecha son gemelas una vez que las pruebes,
aunque a primera vista sean diferentes’’
-
Enigmas – Se quejó Berktaroth – Nunca me han
gustado
-
Pero ¡¿Qué haces?!
Berktaroth cogió todas las
botellas, las vació y lo miró.
-
¿Qué decías?
-
Na-nada
-
Y ahora
Con un gesto perezoso, Berktaroth
extinguió las llamas mientras se frotaba la barriga.
-
Alguna no me ha sentado muy bien
Se acercaron a la puerta. Allí estaba,
al fin, la puerta de los aposentos de la princesa Lerda. Lo habían logrado.
CONTINUARÁ
Y EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO…
¿QUÉ HABRÁ DETRÁS DE LA PUERTA?
¿ESTARÁ YA AL FIN LA PRINCESA? ¿O LES ESPERARÁN MÁS PRUEBAS? Y BERKTAROTH ¿QUÉ
LE HABRÁ SENTADO MAL? ¿HABRÁ SIDO EL VINO DE ORTIGA? Y YO ¿DEJARÉ ALGÚN DÍA DE
PREGUNTARME COSAS? ¿NO SE SUPONE QUE YO DEBO SABER MEJOR QUE NADIE COMO
CONTINÚA LA HISTORIA?
NO SE PIERDAN EL PRÓXIMO CAPÍTULO
DE: LA VENGANZA DE BERKTAROTH
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