El hechicero se sentó en los
escalones, exhausto y se pasó un pañuelo
mugriento por la frente. Inmediatamente, lo oyó en su cabeza:
-
¿Qué haces?
-
Descansar mi señor, estoy reventado.
-
Nada de descansos, venga, que estoy muy aburrido,
no quiero esperar ni un segundo más, pon ya el maldito cristal en la puerta y
acabemos de una vez.
Zachemius suspiró resignado. Había
sido así desde que lo escuchó en su cabeza aquella fatídica noche.
Era una hermosa noche primaveral,
los grillos cantaban animadamente y una cálida brisilla entraba por la ventana
abierta del destartalado dormitorio. En este tipo de sucesos se espera una
noche tempestuosa, con rayos, truenos, centellas y una buena columna de agua
cayendo a plomo, pero no, ni de eso tuvo Berktaroth la decencia.
Zachemius trataba de conciliar el
sueño pero el calor se lo impedía. Culpa mía – Pensó – Pero un buen nigromante
debe de tener ropa de cama negra, sí señor.
De repente, sus pensamientos de
cómo debía ser un honrado nigromante fueron súbitamente desplazados por una
conciencia que se entró en su mente sin ningún miramiento. Su intrusión era
comparable a un ejército huno penetrando en una tienda de porcelanas.
-
Tú – Dijo una voz cavernosa – Levanta. ¿Quieres
ser rico, poderoso y todas esas cosas que normalmente quieren ser los humanos?
Pues venga, arriba y ayúdame.
-
¿Quién eres? – Chilló el nigromante
-
Ains – Suspiró la voz – Eres un nigromante muy poderoso
¿No? ¿No te da una pista mi voz? Me ha costado mucho llegar a este grado de ronquera
joder, ya no se aprecia nada en este mundo.
-
Lo siento poderoso señor pero exactamente sigo
sin saber quién eres
-
Ahh pero ¿ves? Has deducido que soy poderoso por
el tono, el tono es la clave –Dijo la voz satisfecha – ¡Soy Berktaroth! ¡El más
poderoso de todos los dioses!
-
Ajá – Dijo Zachemius aburrido – Y si eres el más
poderoso, ¿Para qué necesitas mi ayuda?
-
Emmm, un simple fallo técnico verás, mi hermano
mayor es un chivato asqueroso. Estábamos creando el universo y esas cosas que
solemos hacer los dioses. Nos echamos a piedra, papel, o tijera la canción que
íbamos a cantar. Ganó él y tuve que cantar una espantosa canción así toda ñoña
en plan ‘’Baby, baby, baby, ohhhhh, baby, baby, baby, ohhh’’ y no lo soporté
más. Empecé a cantar por lo bajito una más molona, así en plan ‘’ ¡I'm on the
highway to Hell! ¡On the highway to Heeeeeeell!’’ y va y el muy lerdo se chiva
a papá diciendo que si estoy estropeando su creación, que si estoy creando un
infierno, que nosequé de criaturas peligrosas, bla bla bla y papá se enfadó y
me encerró aquí eternamente. Entonces claro, soy muy poderoso pero jo… no puedo
salir porque si no, se va a cabrear más.
-
¿Y pretendes que yo te libere? ¿Qué le lleve la
contraria al más poderoso de todos los dioses, mucho más que tú?
-
Es que si tú me liberas, no se vale para él, no
me he liberado yo y no me puede reñir. Venga hombre, ¿Qué te cuesta? Y luego
serás rico, poderoso y tendrás mucho chocolate o lo que quieras.
Y en fin, aquí estaba, después de
patearme el Sagrado y Mortífero Templo de Korm en busca del mapa que lleva al Hartugram
de Siete Facetas, seguirlo por el Tenebroso y Extremadamente Caluroso Desierto
de Uis, atravesar el Foso de las Verdades Absolutas, el de las Relativas,
colarme en el Castillo-Fortaleza del Caballero Negro de la Armadura Engrasada,
cuya armadura es de color gris metal, el que es negro es el caballero, y, por
último, cruzar el peligrosísimo y mortal Pasillo Recién Fregado, custodiado por
la Salvaje y Letal Señora de la Limpieza Malpagada.
Zachemius se levantó
trabajosamente y observó la puerta. Parecía una puerta de madera normal pero
estaba recorrida por un tenue brillo octarino solo visible para aquellos que
tuviesen poderes mágicos o que mirasen la puerta en el momento justo con el
rabillo del ojo. En el centro, tenía un hueco para depositar el Hartugram de
Siete Facetas.
Con gran solemnidad, el
nigromante sacó de la bolsa de la cintura el cristal y lo levantó en sus manos,
haciendo que los últimos rayos del atardecer lo hicieran brillar intensamente y…
-
¿Qué haces?
-
Me has cortado todo el rollo, lo hacía así en
plan solemne jo
-
Déjate de pegos y abre ya hombre
Con un suspiro Zachemius puso el
cristal en la puerta. Si esperaba un gran despliegue de rayos mágicos seguido
de un atronador sonido de apertura, se vio decepcionado. La puerta se abrió con
un chirrido de bisagras oxidadas. Un hombre se encontraba en el umbral. Tenía cierto
aire de niño pequeño, el pelo negro, largo y despeinado y los ojos verdes.
-
¡Por fin soy libre! – dijo dando un poco digno
saltito de alegría – ¡Y mi hermano ya no me podrá obligar a cantar lo que él
diga!
-
Emmm yo no es por fastidiar pero, ¿tú eres
Berktaroth? ¿El dios del caos, el mal y los bibliotecarios? Te esperaba… no sé
¿Más maligno?
-
¿Más maligno? ¿En qué sentido?
-
No sé, esperaba algo, no pareces maligno en
absoluto. ¿Y los cuernos, rabo etc etc?
-
¿Más maligno? – Dijo con un destello rojo muy
inquietante en sus ojos
-
Emmm
-
¿Más? – Esbozó una sonrisa malvada, de esas en
que parece que hay más dientes de lo común
-
Emmm… vale, ya lo he captado
-
Ah estupendo, y ahora ¡A disfrutar! Tráeme vírgenes
jóvenes para que me las coma, tengo hambre
-
¿En verdad eso es necesario?
-
Ps, me valen unos pastelillos también
Zachemius se dio la vuelta y se
dispuso a ir a comprarle algo de comer a su nuevo señor. Cuando volvió se lo
encontró muy emocionado gritando ‘’¡¡¡¡¡All these words I don't just say and nothing else matters!!!!!
¡Jódete Linnezazel!’’ y haciendo cuernos con las manos.
El nigromante suspiró
apesadumbrado (se estaba ya convirtiendo ya en una costumbre) y se marchó
sigilosamente para no molestarle. Tenía la molesta sensación de que su vida iba
a ser considerablemente más peligrosa y difícil a partir de ahora.
soy tan fan de todo esto que no te hacen falta más fans, cuando firmes libros yo hare ruido como 10000 personas
ResponderEliminarQué maravilla, no se conocen todos los días a una persona capaz de eso
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